Parece ser que el universo de las simpatías y antipatías, el de los compromisos con el mercado del arte, el de las consonancias políticas, pachangueras, o de cualquier otra índole, influyen de manera determinante a la hora de juzgar las obras enviadas a los salones.
Napoleón Pisani Pardi
De nuevo, en el Salón del Concejo Municipal de Caracas, se vuelve a irrespetar la obra de los artistas plásticos del país. Quisiera saber cuáles fueron los criterios utilizados por el jurado al momento de admitir, rechazar y premiar los trabajos enviados al último salón Juan Lovera.
“Aquí hubo un desastre”, comentó una persona que trabaja en esa institución oficial. De aproximadamente 176 trabajos, se aceptaron 31, entre estos, existe un buen porcentaje de alumnos de la Escuela Armando Reverón. Dos miembros del jurado son profesores de ese centro de estudios.
No se puede rechazar una gran cantidad de trabajos utilizando “criterios” en los que juega un papel importante una amalgama de sentimientos que enturbia la opinión de algunos participantes del jurando. Parece ser que el universo de las simpatías y antipatías, el de los compromisos con el mercado del arte, el de las consonancias políticas, pachangueras, o de cualquier otra índole, influyen de manera determinante a la hora de juzgar los trabajos enviados a los salones.
La historia de los salones de Venezuela, está llena de marranadas inolvidables. La artista Esther Ávila, hace ya varios años, me contó el caso de Florinda Costa: “Ella llevó sus trabajos al Salón Anual de Valencia y fueron rechazados por un jurado que no los vio, pues ni siquiera los desembalaron del paquete”.
Existen otras fórmulas parecidas pero más perversas e ingeniosas, para jorobar a los creadores de arte que estén enemistados con algunos de los organizadores de las grandes exposiciones que se llevan a cabo en el país, consiste en esconder las obras de los enemigos que osan enviar trabajos a estos eventos artísticos.
“Como sé que esto pasa, cada vez que soy jurado pido la lista de los participantes”- decía el critico Perán Erminy.
Cuando en una oportunidad visité al pintor Pedro Ángel González en su casa de San Bernardino, él me habló de muchas de sus experiencias en el medio artístico nacional. Me contó de su época de estudiante en la Academia de Bellas Artes de Caracas, de su interés por la gráfica, el paisaje venezolano, y habló también de varios de sus amigos pintores, algunos de ellos representantes del grupo que el crítico Enrique Planchart denominó Escuela de Caracas. Pedro Ángel González participó como jurado en unos cuantos salones realizados en el Museo de Bellas Artes y en otros lugares de nuestra geografía. Contó que en varias de esas oportunidades, tuvo que defender las obras que, pese a su calidad, algunos de sus compañeros en el jurado querían rechazar por estar disgustados con los autores de esos trabajos. Como se ve, esa es una vieja costumbre nacional.
Hace tres o cuatros años, si mal no recuerdo, otro jurado, a lo Robespierre, guillotinó a la casi totalidad de quienes mandaron sus cuadros y esculturas al Juan Lovera. De manera altanera recomendó que sólo se exhibieran las obras que recibieron premios y menciones honoríficos.
También en el Michelena, no hace mucho tiempo, pasó algo parecido. Onanismo en conjunto, pues qué otra cosa puede ser.
Existen sentimientos de frustración que afloran en situaciones de poder. Eso podría explicar ese afán de machucar a los demás, de invalidar sus realizaciones, de procurar herir. Hay algo en la naturaleza de quienes conforman estos jurados, que en el instante de llevar a efecto esa actividad, un proceso de violencia hace su aparición en ellos. No se le puede dar poder a los necios, pues se les da la ocasión de disfrutar el gustazo de fregar a todo el mundo.
Quizás este artículo sólo sirva para ser comentado jocosamente en los bares de la ciudad o en cualquier otro lugar, pues lo inteligente es quedarse quietecito, no decir nada, ya que alguna opinión podría perjudicar la venta, alejar la clientela. Mejor es no enfrentar a nadie y así evitar el pase de factura. Esa cobardía ha propiciado la perversión del medio artístico, donde se otorga un Premio Nacional de Artes Plásticas a quien nunca ha realizado una obra de arte y eso lo aplauden los antiguos “come candela”, anteriores enemigos de la persona galardonada. Y nadie, por supuesto, se atreve a señalar tal desatino. Esta miseria humana lo explica muy bien el tango Cambalache.
Interesa saber cómo se llevó a cabo la selección y premiación en el Juan Lovera y qué lecturas se emplearon con el fin de apreciar debidamente la calidad plástica de los trabajos enviados a este Salón. Señores, Aquí no hubo nada de eso. Un joven que presenció la “labor” del jurado, nos dijo: “Aquí pasó de todo, en menos de media hora despacharon la cosa”.
“¿Cómo se efectuó la selección?”
-le pregunté.
“Se hizo de esta manera: este me gusta, este no me gusta, este tampoco, este me cae mal, este es alumno mío, este sí. Y mejor no le sigo contando porque va a coger una arrechera”.
Quizás, de manera cautelosa, alguien apoye lo expresado en este artículo. Pero hasta ahí, pues se corre el riesgo ser señalado por quienes dirigen los mecanismos de poder a nivel oficial y privado. Eso lo entiendo, y, además, el miedo es libre.
En una entrevista que le hicimos a Miguel Von Dangel, en abril de 1995 para una revista de la Cadena Capriles , afirmó: “Napoleón, el poder se vale de nuevos mercenarios cuyos nombres apenas han cambiado. La moral de esta época es la amoral y la disolución de los códigos éticos.” Asumo lo aquí dicho, como un perfecto acto suicida, pues no creo que estas líneas puedan sacudir la conducta pasiva, conformista y temerosa del artista venezolano. Sería interesante que los creadores rechazados realizaran un debate con los miembros del jurado del Salón Juan Lovera, donde estén todos los trabajos recibidos en el Museo Caracas. Podrían estar presentes, como observadores, algunas personalidades vinculadas al medio de las artes visuales del país. Esto podría ser una gran experiencia que permitiría, sin duda, verificar lo sucedido en este último evento de arte del Concejo Municipal del Municipio Libertador.
Que este texto sirva de homenaje a Reverón, a quien poco antes de morir le dieron el Premio Nacional de Pintura, el John Boulton y el Federico Brandt, trece años después de haberse creado el Salón Oficial Anual de Arte Venezolano, como para aliviar conciencias y Armando no se fuera “liso” para el cielo.
Artículo Publicado en la REVISTA ELITE 01 -09-98
Material gráfico: lalibreria.blogspot.com eswikipedia.org
Material gráfico: lalibreria.blogspot.com eswikipedia.org
Buenas Tardes Sr Napoleón
ResponderEliminarExcelente su blog muy buen material en cuanto a texto y fotografías. Esperamos siempre seguir colaborando con usted para el enriquecimiento de su página con el material que tiene la Fundación John Boulton que siempre estará a sus ordenes.
Felicitaciones por su blog, siempre muy acertado y nutrido. Y con respecto a este tema "El irrespeto" lamentablemente en algunos casos llega a coartar los procesos creativos de los artistas que en algún momento desearon introducirse en la vida del arte. Particularmente hasta la negación como creador se hace presente al enfrentar las políticas artísticas que rodean a los diferentes salones. No queda más que contar con los mercaderes del arte, quienes al menos por incrementar sus ventas, valoran y aprecian nuestros esfuerzos por registrar la historia a través de la obra de arte.
ResponderEliminarMil gracias por vivir el arte.