NAPOLEÓN PISANI..,

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martes, 15 de marzo de 2011

ALGO MAS ACERCA DE LA REPATRIACION DE LOS RESTOS DEL GENERAL JOSE ANTONIO PAEZ

La Revista Ilustrada de Nueva York.
Colección de la Fundación John Boulton.

Napoleón Pisani Pardi

    En la Revista Ilustrada de Nueva York N° 86, febrero de 1888, editada por E. de Losada, y donde su redactor era Nicanor Bolet Peraza, hermano del pintor Ramón Bolet, se publicó un extenso artículo, firmado por el primero de estos dos hermanos, donde se hablaba acerca de las proezas como militar, del General José Antonio Páez, igualmente se hablaba del pronto traslado de las cenizas del prócer llanero a Venezuela. A continuación, parte de aquel artículo:

EL GRAL. JOSÉ A. PÁEZ
N. Bolet Peraza

    “Intensa satisfacción habrá de experimentar todo patriota americano al saber que lo único que nos queda del héroe fabuloso de Colombia, sus venerables cenizas, tendrán al fin sepulcro en la tierra venezolana. Tres lustros hace que en extraño suelo y en tumba prestada reposan; bien que no está en patria agena (sic) aquí en esta América libérrima y grande, la gloria que consagró el empeño de redimir pueblos y constituir naciones soberanas.
    Al hacerse pública la noticia de que los restos del General Páez habrán de ir a su puesto de honor en el Panteón de Caracas, la prensa americana ha revivido las memorias del egregio huésped y ha reproducido los nobles ofrecimientos que pueblo y gobierno hicieran de asociarse con su entusiasmo y con su pompa al acto de trasladar a la nativa patria ese polvo glorioso. Una nave de guerra de los Estados Unidos llevará los restos a Venezuela; y volverá la ciudad de Nueva York a dar muestras de simpatía por el héroe, como lo hizo un día, con inusitado esplendor y espontaneidad cuando por vez primera pisó su hospitalario suelo el viejo soldado, ya sin patria.
    El acontecimiento que se aguarda, y que nos inspira estas líneas no es tan sólo de interés para Venezuela, sino que el tendrá eco simpático en toda la América, Páez es uno de los guerreros que más admiración han despertado en el Nuevo Mundo. Su nombre ha viajado en alas de la Fama; sus épicas proezas han maravillado las imaginaciones y levantado los espíritus; y bardos y prosistas han cantado en verso homérico o narrado en cláusulas sublimes el esfuerzo pujante de su brazo, la intrepidez de su valor y la increíble osadía de sus ímpetus”.

Exequias del General José Antonio Páez en Nueva
York. 1888. Foto cortesía de la Fundación
John Boulton.

    En su libro Caracas Habla en Documentos, 1568-1888, editado por el Banco del Caribe en 1979, el historiador J. A. Armas Chitty publicó un artículo donde un peruano, que vivió en caracas algunos años, hacía una narración de la llegada de los restos de Páez a nuestra ciudad capital.
    Este peruano, de apellido Bloeme, “parece que al exaltar a Páez sólo perseguía probar su antipatía por Bolívar. Este no fue más – lo dice – que el compañero de Páez”. Publicamos sólo fragmentos de la citada narración de Bloeme:
    “La procesión salió de la plaza del ferrocarril de La Guaira que se encuentra un poco más debajo de la capilla Nuestra Señora de Lourdes. Las calles de Caracas, siendo todas rectas, de la estación hasta la plaza de la Catedral, el trayecto que tenía que atravesar la procesión, era recto también y ofrecía un aspecto imponente a la vez que conmovedor: arcos triunfales, banderas, flores, escudos, adornaban en un conjunto precioso todo ese trayecto por donde tenía que pasar el soldado de la Independencia Venezolana; el cual, después de numerosos años venía a descansar en la tierra por la cual murió desterrado”. Y más adelante añadió:
    “La entrada de Páez a Caracas, su llegada a la Catedral en medio de ese inmenso gentío, de ese concurso general de todas las clases de la sociedad, bajo los arcos del triunfo que recordaban sus victorias, acompañada de todos los altos poderes, rodeada del amor, de la veneración de todos los venezolanos, al recordarla me llena de admiración, pues es un acto que pocas he presenciado y que me conmovió.

Ramón Bolet Peraza, La Catedral de Caracas.
1866.

    La iglesia metropolitana recibió los restos del eminente muerto con ese lujo sepulcral, si puedo expresarme así, bajo el cual el Todopoderoso si bien nos indica que no somos nada ante sus designios eternos, a la vez glorifica y bendice a aquellos que por su valor y sus virtudes se han hecho acreedores a la gratitud de los pueblos”. Y finaliza Bloeme su narración con esta frase: “La inmortalidad le acompaña en la tumba”.
    Luis Enrique González, publicó un excelente trabajo acerca de la llegada a Venezuela de los restos de Páez, en su libro La Guaira, dos Siglos de Historia, edición del Concejo Municipal de Caracas, 1983. “El día 7 de abril de 1888, en horas del mediodía, la fortaleza de El Vigía del puerto de La Guaira con repiques de campana y con su conocido código de señales anunciaba que había “fragata americana a la vista”, lo que produjo una gran excitación entre el pueblo del puerto que esperaba arribara dicho buque. La fragata era “Pensacola”, que había salido de Nueva York con los restos del ilustre venezolano el día 24 de marzo, después de haber permanecido cuatro días en capilla ardiente las cenizas del héroe, recibiendo los mas grandes honores del pueblo norteamericano. Fue impresionante y majestuoso el desfile por la Quinta Avenida hasta llegar al embarcadero donde acudió el pueblo en masa a darle el último adiós.

La procesión en la 5ta avenida.
Foto cortesía de la Fundación John Boulton.

    A las dos de la tarde atracó el buque de guerra en la rada, e inmediatamente todos los buques surtos en el puerto izaron las banderas a media hasta, lo mismo hicieron los dueños de los edificios públicos y casas particulares”.
    Fue durante el gobierno del General Hermógenes López, ahijado de Páez, cuando se trajeron al país los restos del prócer llanero. Antonio Guzmán Blanco siempre se negó a repatriar las cenizas de Páez, pues argumentaba que había existido dos Páez: el de la Independencia, Las Queseras del medio, La Mata de Miel, El Yagual, Carabobo y Puerto Cabello, pero que también hubo el de la Cosiata, el de la disolución  de Colombia. Sobre todo el Páez del 46 y 47, el del patíbulo de Calvareño, el de las sentencias de muerte contra el elegido de los pueblos, el de la Revolución con el Gobierno contra aquellas elecciones populares. Es el Páez de la autocracia y el Páez de la oligarquía”.
    Guzmán Blanco es, quizás, el menos indicado para señalar de inconsecuente a José Antonio Páez; siendo él, Guzmán, un desertor de los ideales auténticos del Liberalismo a lo Zamora; siendo él, Guzmán, un hombre ávido de riquezas, un ser vanidoso que se mandó a erigir estatuas, que acosó con saña al sabio y noble Cecilio Acosta, que expulsó a José Martí del país, que les cortó las menguadas becas que el Gobierno les daba a Cristóbal Rojas y a Michelena, que estaban estudiando en la capital de Francia, porque ambos artistas se negaron a cumplir la frívola orden de Guzmán, de ir a seguir estudiando en Roma, pues, por aquella época estaba de moda en Francia que los artistas viajaran a estudiar en Italia… Además, siendo él, Guzmán, quien casó a su hija Carlota con un duque arruinado, para introducirla en el ambiente de la aristocracia europea. Esa boda se llevó a cabo, nada más y nada menos, que en la neoclásica y elitesca iglesia de la Magdalena en Paris. En esta ciudad creó Guzmán la Compañía Francesa de Ferrocarriles Venezolanos, en la que le dio una buena participación en este negocio a su ex-arruinado yerno, el duque de Morny.

Carlota Guzmán Ibarra.
Foto cortesía de la Fundación
John Boulton.
El duque de Morny. Foto
cortesía de la Fundación
John Boulton.














    La historia conoce los graves daños económicos causados al país por esta Compañía Francesa de Ferrocarriles Venezolanos, dirigida por Guzmán y el duque de Morny. Así que por eso, y muchas inconsecuencias más, el Ilustre Americano es el menos indicado para criticar las actuaciones del valeroso patriota José Antonio Páez, de quien ahora nos ocupamos de hablar, con el merecido respeto, acerca de su “vuelta a la Patria”, como lo diría el poeta Antonio Pérez Bonalde, víctima, también, de la intolerancia de Guzmán.
    En la Revista El Cojo Ilustrado N° 102, de fecha 15 de marzo de 1896, se publicaron algunas notas acerca de las acciones heroicas del llanero, escritas por José Antonio Calcaño y César Zumeta, además, de un pequeño texto alusivo al octavo aniversario de la entrada triunfal de los restos del General Páez a Caracas. Asimismo, se publicaron cinco fotografías de los actos efectuados en Nueva York, el 24 de marzo de 1888, con motivo del traslado de las cenizas de Páez a Venezuela. Dos de estas fotografías fueron incluidas en el artículo Arcos de Triunfo, de Duración Efímera, Realizados en el País.

General Hermógenes
López.

    Aquel pequeño texto aparecido en la página 236 de El Cojo Ilustrado, en la parte final dice así: “Gracias mil fueron dadas al General Hermógenes López, entonces Presidente de la República, que supo cumplir noblemente este grande acto de justicia”.
    En julio de 1990, la Fundación John Boulton realizó una exposición en homenaje al General José Antonio Páez. Allí se exhibió las fotografías aparecidas en el libro de Alfredo Boulton, Los Llanos de Páez, publicado en 1950. Donde Boulton hace un relato fotográfico “de los principales sitios por donde Páez creo su historia guerrera. También se muestra una parte de la iconografía del General Páez, así como algunos objetos conmemorativos de la Batalla de Carabobo que pertenecieron a la colección del Dr. Arístides Rojas. Entre éstos sobresale una lanza llanera, la cual consideramos que es de los únicos ejemplares que aún se han conservado en nuestro país”. Esto último, es parte del texto de presentación aparecido en el catálogo de aquella exhibición, que mostró algunos documentos del Archivo de la Fundación John Boulton relativos al General José Antonio Páez.
    “Es con un propósito pedagógico que la exposición que ha organizado la Fundación John Boulton debe verse – dice el texto de presentación –. Es una lección de patria que se aprenderá a través de la documentación que La Casa Boulton ha guardado, reunido y conservado en sus archivos, prácticamente desde el propio momento de la primera presidencia del General Páez, en 1830. Hemos hecho una severa selección de lo que guardamos en nuestros fondos documentales en relación a él, desde la toma de la Fortaleza de Puerto Cabello, en 1823, hasta los de su apoteosis, en ocasión de la llegada de sus cenizas a Venezuela, el 19 de abril de 1888, cuando familiares nuestros estuvieron íntimamente asociados con esa ceremonia, así como también lo fue en Nueva York, en la persona de George William Boulton, y en Caracas, por medio del Dr. Arístides Rojas, Henry Lord Boulton y nuestra propia empresa mercantil”.

Henry Lord Boulton.
Foto extraída de la
publicación La Casa Boulton.
Caracas 1992.

Busto de Arístides Rojas.
Palacio de las Academias.
Caracas














      En los primeros días del mes de marzo, los habitantes de Caracas se preparaban para recibir con entusiasmo a los restos del héroe de Las Queseras del Medio, de Mata de Miel, de El Yagual, de Carabobo y de otras batallas más. Para las fiestas en honor al prócer venezolano, que se iban a llevar a cabo los días 17, 18 y 19 del mes de abril, los negocios El Bon Marché. Calle el Comercio N° 31, y El Magasín Universal. Avenida Sur N° 19, publicaban avisos en el diario La Opinión Nacional, donde anunciaban que estaban vendiendo Corbatas de Ordenanza para las fiestas del General José Antonio Páez. Otro anuncio, aparecido en el mismo diario, decía que el poema Gloria a Páez, escrito por A. Urdaneta, estaba a la venta en todas las librerías de la ciudad.
    También se había organizado una Comisión compuesta por el Ministro de Guerra y Marina, Arístides Rojas, Henry Lord Boulton y Carlos Yanes, que se iba a encargar de todo lo concerniente a la llegada de los restos del General Páez a Caracas. Sobre esta Comisión, y todo lo que ella llevó a cabo para recibir con la mayor dignidad y entusiasmo las cenizas del patriota venezolano, ya hablamos, con mucha precisión, en el escrito acerca de los Arcos de Triunfo, de Duración Efímera, Realizados en el País, que aparece en el Blog.
    Terminaremos este texto, con lo que aparece escrito en una parte del libro VENEZUELA, Historias Civiles e Inciviles, de Francisco Salazar Martínez, editado por Librería Piñango, Caracas, 1978: “El Gobierno de los Estados Unidos colaboró ampliamente en aquellos hechos al poner a la orden una nave y la guardia de honor que custodiaría los restos durante la travesía. A la llegada de los mismos a nuestro país, dieron comienzo las fiestas. Cuenta González Guinán que “la marcha al Panteón Nacional no había tenido precedente, tanto así se esmeraron la acción oficial y el entusiasmo patriótico. El gran cortejo desfiló por la hermosa calle de Carabobo, que estaba adornada con lujo extraordinario: puertas, ventanas y balcones lucían pabellones, coronas y palmas. Los arcos de triunfo ostentaban inscripciones alusivas al héroe y a la lucha magna; y en aquella calle, cuyo antiguo nombre – hoy por desgracia extinguido – recuerda una de sus grandes proezas, estaba todo el pueblo de Caracas, apiñado y entusiasta, como si no hubiese un solo habitante de la capital que no quisiese presenciar la marcha triunfal de Páez hacia los dominios de la inmortalidad”.
    Recomendamos visitar el Museo Casa Páez en Valencia, Estado Carabobo, donde el prócer llanero vivió por varios años. Estando allí, le encargo al pintor Pedro castillo, abuelo materno de Arturo Michelena, la realización de varios murales con los temas de las principales batallas donde él tuvo una actuación relevante. En este museo existe una buena cantidad de armas y otros objetos personales de Páez, como, asimismo, muebles, obras de arte, elementos utilitarios, ornamentales, etc., relacionados directamente con Páez, o con el momento histórico que le toco vivir, y/o, con la cultura regional y nacional, perteneciente a una época posterior a su fallecimiento. Igualmente, cuenta con una excelente biblioteca, de gran utilidad para los estudiantes y para los historiadores, y de la misma manera, a quien, por alguna razón, desea investigar acerca de la vida del valiente General José Antonio Páez.

FOTOS ANEXAS



Llegada del carro fúnebre al
embarcadero en Nueva York.
Foto cortesía de la Fundación
John Boulton.

Honores militares rendidos a Páez,
frente a la casa de la Aduana
en La Guaira. Foto cortesía de
la Fundación John Boulton.












El Escritor Nicanor
Bolet Peraza.
La Revista Ilustrada de
Nueva York. Colección de
la Fundación John Boulton.




Patio del Museo Casa Páez,
en Valencia. Foto cortesía de la
Fundación John Boulton.













Napoleón Pisani. Versión
del autorretrato de
Arturo Michelena.

Cristóbal Rojas.
Autorretrato.














 
Iglesia de la Magdalena, Rue Royale, Paris.


4 comentarios:

  1. Paez fue un hèroe y procediò conforme a las circunstancias de su tiempo. Asì algunos denigren de èl

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  2. Excelente este trabajo sobre Páez,La Fundación John Boulton, siempre tendrá las puertas abierta para sus investigaciones.

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  3. Descansa en paz amigo Napoleón, quienes sabemos lo ocurrido, lamentamos mucho las circunstancias en las que se produjo tu muerte, eso no debió ocurrir, se pudo evitar, pero los que demolieron la pared trasera que fue por donde entraron los asesinos, simplemente no atendieron a su responsabilidad de reparar los daños ocasionados con la construcción en los alrededores del Panteón Nacional. Ojalá que Dios en su misericordia haga justicia, ya que es la única justicia que podemos esperar. Te vamos a estrañar mucho. Siempre te recordaremos. Sé que tu muerte va a quedar impune, pero en la conciencia del arquitecto Lucas Pou está la responsabilidad, y él sabe muy bien porque lo digo. AUTORIDADES DEL GOBIERNO NACIONAL INVESTIGUEN CÚAL ES LA RESPONSABILIDAD DEL ARQUITECTO LUCAS POU EN LO OCURRIDO: NEGLIGENCIA.

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